Cambio de conducta: de la concienciación a la acción

A lo largo de nuestra vida nos planteamos multitud de nuevos propósitos, metas o cambios sustanciales y significativos en nuestro estilo de vida. Desde cambiar de trabajo hasta iniciar una actividad deportiva, la propuesta de nuevos retos personales se convierte en un hábito que no siempre llega a consolidarse. 

El Modelo Transteórico de Prochaska y DiClemente (1984) nos ofrece las claves para conocer los motivos que pueden consolidar o entorpecer un cambio de conducta deseado. 

Modelo Transteórico (James Prochaska y Carlo DiClemente)

En 1984, James Prochaska y Carlo DiClemente plantean un modelo que estructura unas etapas, más o menos estandarizadas, en las que cualquier persona pasa en un proceso de cambio, tratando de comprender qué, cómo, cuándo y por qué cambian las personas. Aunque, inicialmente, este modelo se planteó para predecir el abandono del tabaquismo, ha demostrado su adaptación en cualquier tipo de proceso de cambio de conducta, adquiriendo consistencia en un amplio espectro de cambios comportamentales: disminución de prácticas de riesgo para la infección por el VIH, ejercicio físico, dieta saludable, entre otros. 

Los seis estadios del cambio

• Precontemplación. En esta fase no hay consideración de problema o necesidad de introducir un cambio sustancial en su vida, mostrando mecanismos de defensa como la negación o la racionalización. Pueden ser varios los motivos que lleven a una persona a no asumir una intención de cambio. En muchos casos, este estado se debe a la desinformación sobre las consecuencias de su conducta, o porque ha intentado cambiarla varias veces sin éxito y está desmoralizada o no se siente capaz. 
   
• Contemplación. La contemplación supone una ambivalencia en el reconocimiento del problema o la necesidad de hacer un cambio de conducta. Por un lado, contamos con una conciencia mucho más clara del problema y de las posibles soluciones, pero no con la motivación suficiente para formalizar el cambio, dudando aún sobre sus beneficios. En esta fase hay una mayor consideración de cambio, pero no a corto plazo. A menudo, este fenómeno se caracteriza por una contemplación crónica o procrastinación. 
   
• Preparación/Determinación. En este punto, la persona se encuentra motivada hacia el cambio y toma la decisión de hacer algo al respecto.Se trata de un estado en el que la persona muestra la intención de cambiar en un futuro más próximo. Esta intención de cambio puede formalizarse a través de la búsqueda de información, la solicitud de ayuda o en la realización de pequeños cambios, o acercamientos, asociados a la conducta deseada. 
   
• Cambio/Acción. Esta fase supone las primeras acciones que le llevarán al cambio deseado, sin excusas, ni demoras. La acción se traduce en la puesta en marcha de las modificaciones específicas en su estilo de vida, evidenciando los pasos que se toman para lograr el cambio. 
   
• Mantenimiento. La fase de mantenimiento requiere del esfuerzo de la persona para mantener en el tiempo los cambios conseguidos. Es un estado en el que la persona tiene el firme propósito de sostener los cambios logrados a través de la modificación del estilo de vida y el esfuerzo para prevenir las temidas recaídas. Durante el mantenimiento también se experimenta un sentimiento de autoeficacia mucho más significativo que en la etapa de acción. 
   
• Finalización/Terminación. La finalización supone la culminación del cambio de conducta, en la que el nuevo hábito es sólido y forma parte de su vida. Es una fase en la que la percepción de autoeficacia y autovalía asumen un gran protagonismo. Recaída. En este punto, es importante tomar conciencia de la posibilidad de sufrir una recaída, aspecto que supone regresar al comportamiento previo al cambio. La recaída puede producirse en cualquiera de las etapas, y en este punto se requiere de un análisis que nos permita reconocer los motivos para poder resolverlo y retomar nuestro camino hacia el cambio. 

Durante las recaídas, la persona puede optar por volver a engancharse al cambio, reconocer su progreso, aprender de la experiencia e intentar no cometer el mismo error en el futuro, o, por el contrario, ver la recaída como un fracaso y estancarse en la fase contemplativa. 

Conclusiones

Este modelo nos ofrece la oportunidad de entender que el progreso humano es circular, y que las personas podemos pasar por diversas fases, e incluso estancarnos y retroceder en el camino del cambio.

Establecer una nueva rutina o hábito saludable en nuestra vida es un proceso complejo que requiere de un reconocimiento claro del problema y una afianzada motivación de cambio. La percepción que llevemos a cabo de las recaídas, consideradas en este modelo como una circunstancia natural que nos permite el aprendizaje a través de nuestros errores, puede ser un elemento crucial en la finalización de nuestro cambio de conducta. 

Por otro lado, aspectos como la concienciación, la auto-reevaluación, la percepción de capacidad y de autovalía, o el apoyo social, son elementos relevantes que nos acercarán a nuestros objetivos. Contar con ellos requiere de una adecuada percepción del problema y de una constante determinación para el afianzamiento del cambio.