Iniciar una actividad no siempre resulta una tarea fácil, ya que a veces puede exigirnos más energía y recursos de los que disponemos. Es en esos momentos cuando la motivación juega un papel fundamental al generar la fuerza impulsora necesaria para superar esas resistencias iniciales, ayudándonos a mantener el interés y la dedicación y a dirigirnos hacia la obtención de un resultado. No solo nos proporciona la energía inicial para dar ese primer paso, sino que nos mantiene firmes en nuestro compromiso a medida que avanzamos hacia la consecución de nuestros objetivos. Digamos que es el combustible que nos ayuda a resistir la tentación de rendirnos y nos guía a través de los momentos de debilidad o dificultad.
La motivación se refiere “a las fuerzas internas o externas que impulsan a una persona a llevar a cabo una acción, perseguir metas y satisfacer necesidades”. Desempeña un papel fundamental en el desarrollo de nuestra conducta, puesto que influye en los procesos de toma de decisiones, la consecución de metas y en el logro del éxito, tanto a nivel personal como profesional.
La Motivación puede ser de dos tipos:
Motivación Intrínseca: se genera cuando el deseo de realizar una actividad nace del interior del individuo siendo estas fuerzas internas las que le producen satisfacción.
Un ejemplo de este tipo de motivación lo podemos ver en aquellas personas que en su tiempo libre se dedican a pintar, o escribir sin ningún otro interés que la gratificación que obtienen al canalizar su creatividad a través de las artes.
Motivación Extrínseca: es aquella que procede de estímulos externos, puesto que, con la consecución de actividades, se obtiene una recompensa que es la que ha impulsado al individuo a llevarla a cabo.
Un ejemplo sería el de un estudiante al que sus padres le prometen un regalo costoso si saca muy buenas notas a final de curso. La motivación de este alumno detrás de sus esfuerzos no provendrá de un amor innato por el aprendizaje, sino de la expectativa de la recompensa externa, en este caso, el regalo.
Las dos, en su momento, pueden cumplir una importante función.
Cuando nos enfrentamos una actividad que no nos resulta particularmente atractiva, que nos demanda un gran esfuerzo y ofrece pocas recompensas personales, la motivación extrínseca puede resultar un recurso muy valioso, puesto que nos aporta la energía necesaria para iniciar y sostener dicha actividad.
La motivación intrínseca puede jugar un papel muy importante en el proceso de crecimiento personal, puesto que tiene la capacidad para fomentar la creatividad, aumentar la persistencia, promover la autonomía y mejorar con ello, el bienestar emocional.
Es importante tener en cuenta que debemos ser cautelosos a la hora de aplicar los refuerzos, ya que estos pueden influir en el desarrollo de nuestras conductas. Si, por ejemplo, una persona que ya posee una motivación intrínseca para realizar una determinada actividad, empieza a ser recompensada externa de manera continuada, puede provocar que su motivación se desplace del interior al exterior. A partir de ese momento este individuo no iniciará de nuevo la actividad por satisfacción personal, sino por la obtención de un refuerzo externo.
Por tanto, y como se puede observar, ambos tipos de motivación desempeñan un papel importante, sobre todo en los procesos de aprendizaje y debe existir, por ello, una combinación equilibrada según sea la situación, aunque en última instancia se debe preservar y nutrir la motivación intrínseca para mantenerla como el motor principal existente detrás de la conducta
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