Hablar de salud mental es un tabú o un tema al cual no se le da gran importancia en muchas partes del mundo; hoy en día es un tema que no solo importa a los profesionales de la salud sino también a todas las personas sean niños, niñas, adolescentes y adultos.
La Organización Mundial de la Salud estima que 1 de cada 4 familias poseen un integrante con un trastorno mental; 1 de cada 5 niños poseen un trastorno mental; la depresión es una de las principales causas de discapacidad y afecta a miles de personas y cerca de la mitad de los trastornos mentales aparecen alrededor de los 14 años.
Saber estos datos nos ayuda a ubicarnos y tomar en cuenta la gravedad del asunto; hablar de salud mental no debe ser más un tema tabú. Pero ¿qué es la salud mental?
Según esta organización debemos entender que la salud mental es un estado de bienestar por medio del cual los individuos reconocen sus habilidades, son capaces de hacer frente al estrés normal de la vida, trabajar de manera productiva y fructífera; y contribuir a sus comunidades. La salud mental es un momento en el cual un individuo puede estar en armonía consigo mismo y el entorno que lo rodea para poder alcanzar sus objetivos; esta condición está ligada altamente a nuestro estado físico y social.
La ausencia de un trastorno mental no es el único indicador de una buena salud mental. Existen ciertos factores que ante la ausencia de una alteración mental pueden ayudarnos a perder nuestra homeostasis; dichos factores conocidos como factores de riesgos son aquellos elementos que incrementan la probabilidad de poder desarrollar un desequilibrio en nuestra salud mental o desarrollar una alteración mental; por el contrario, también existen elementos que nos ayudan a prevenir que se desarrolle dicho desequilibro; estos elementos son conocidos como factores de protección. Por lo que, a mayor factor de protección en nuestra vida tenemos menos probabilidad de desarrollar una alteración mental.
Entre los factores de riesgos más comunes podemos encontrar los siguientes: la pobreza, el alcoholismo, la violencia, las enfermedades crónicas, las enfermedades mentales, el desempleo, la deserción escolar, el acoso, malos hábitos regulatorio (comida y sueño); el estrés, escaso apoyo familiar y otros.
Por otra parte, los factores de protección más comunes son: la empatía afectiva y cognitiva, el apoyo familiar, la educación, buenos hábitos regulatorios (sueño y alimentación); mantener grupos de amistades, tener una buena modulación afectiva, realizar actividades recreativas y laborales; ser resiliente, desarrollar habilidades sociales, entre otros elementos.
La vida está llena de factores de riesgos y factores de protección; es la dinámica entre estos dos elementos y la forma en cómo afrontamos los eventos lo que determina el estado de nuestra salud mental; sin embargo, no siempre tenemos los recursos o elementos para poder afrontar los problemas, es por eso que es indispensable el apoyo con los profesionales de la salud mental. Son estos profesionales los que están capacitados para poder ayudar a las personas a retomar y tener una buena salud mental.
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