El hecho que la agresión se ejerza dentro de un espacio virtual favorece el anonimato del agresor. Este estatus da mayor libertad para actuar, ya que se ve menos expuesto a ser descubierto.
Cuando el acosador ha “escogido” a su víctima, ésta puede sufrir el acoso durante 24 horas al día y los 365 días al año (a diferencia del acoso escolar o bullying, que sólo puede darse en aquellos espacios en que los dos conviven) Mediante el ciberacoso la víctima desarrolla un sentimiento de no control y de impredecibilidad.
Para el acosador es más sencillo actuar, ya que no percibe el efecto que causa sobre la víctima al no ver su cara, lo cual favorece el desarrollo de conductas. Esta distancia dificulta la empatía, la cual en ocasiones puede ser un freno para la agresión.
El acoso cibernético hace que la humillación sea pública y pueda expandirse. Queda colgado en la red y se extiende muy velozmente
Debido a estas características el efecto que tiene la agresión a través del entorno tecnológico es casi permanente. No se limita únicamente al momento puntual sino que puede quedar en la nube virtual.
En la actualidad, los casos de ciberbullying están creciendo de forma exponencial. Es importante la educación tecnológica para concienciar sobre los riesgos y el impacto real que puede tener el ciberacoso, cómo detectarlo y entrenar en medidas de autoprotección adecuadas
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