A lo largo de nuestra vida es común escuchar frases como: “Lamentablemente no podemos obtener todo lo que queremos”, donde se expresa el hecho que puede ser duro conseguir lo que deseamos. En algunas ocasiones las condiciones no ayudan, o nos trazamos metas muy exigentes que originan diferentes niveles de frustración que debemos asumir aunque resulte complicado.
La tolerancia a la frustración es específica en cada persona, existiendo personas con alta tolerancia, y para los cuales no hay un obstáculo sino una pequeña molestia, en cambio existen personas con baja tolerancia a la frustración que ante una mínima dificultad se detienen y renuncian a todo. Siendo sobre este último escenario que detallaremos información en este artículo.
La frustración es una sensación de impotencia, que aparece como respuesta ante el hecho de no poder conseguir lo deseado. Este sentimiento se encuentra acompañado por decepción, rabia, angustia y tristeza.
La frustración es una sensación natural que dependiendo como sea manejada puede volverse patológica y que como hemos indicado con anterioridad se encuentra presente de manera continua durante el transcurso de nuestra vida cada vez que existan situaciones de impedimento y negación. Desde el inicio de nuestra vida en la etapa de la infancia se tiene una muy baja tolerancia a la frustración, pero a medida que vamos creciendo aprendemos a manejarla y a gestionarla para generar respuestas óptimas.
La baja tolerancia a la frustración es la ausencia o el bajo nivel para sobrellevar una serie de sucesos o situaciones que pueden frustrar a una persona. Tener una baja tolerancia a la frustración hace que ante su aparición la persona no sea capaz de reaccionar adecuadamente, y sea incapaz de luchar y persistir ante las dificultades. Es decir, quien tiene baja tolerancia a la frustración tiene una dificultad enorme para gestionar las emociones negativas.
Habitualmente la incapacidad para autogestionar la frustración estimula la aparición de un comportamiento irritable, hostil y de mal humor. En algunos casos, la persona asume que el fracaso es inducido por otros o por el entorno. Por otra parte, las personas tienden a rendirse fácilmente al percibir obstáculos, enfocándose en lo dificultoso de las cosas y no visualizando la posible solución del problema para obtener lo deseado.
Se centran en el sufrimiento, el dolor, la angustia y su evitación, desembocando personas rígidas, dependientes, exigentes, impacientes y extremadamente pasivas, pudiendo ocasionar cleptomanía (trastornos del control de los impulsos), conductas violentas hacia el mismo o hacia quien considera como obstáculo para lograr sus deseos.
Como hemos señalado anteriormente la tolerancia a la frustración es algo que se va consiguiendo a lo largo del desarrollo de nuestra vida, cuando somos niños la capacidad es muy baja, pero el que se desarrolle correctamente o no puede depender de una serie de variables.
En primer lugar existen diferencias a nivel biológico que facilitan el desarrollo de la tolerancia. Evidenciándose a nivel temperamental, ya que existen niños capaces de soportar la frustración y esperar un cambio positivo, o incluso trabajar para alcanzar lo que desea. Otros pueden frustrarse y rendirse ante la presencia de una pequeña dificultad, y otros pueden comenzar a comportarse agresivamente por no saber controlar su disgusto.
La experiencia es otro factor que explican las diferencias para tolerar la frustración. Para tener una alta tolerancia es necesario que en el transcurso de la vida hayamos logrado nuestras metas y deseos gracias al esfuerzo a corto como a largo plazo.
Con respecto al punto anterior, otro motivo que puede ocasionar que una persona tenga poca tolerancia a la frustración, hasta en la etapa de la adultez, son los ejemplos educativos que hemos tenido desde la niñez. Padres muy permisivos y que responden apresuradamente a cualquier deseo del niño promueven que este no se esfuerce y aprenda que las cosas deseadas se consiguen trabajando.
Otra razón para la baja tolerancia a la frustración es la existencia por parte de la persona de deseos o expectativas muy elevadas para cumplirlas en la realidad, de manera que sus esfuerzos nunca le permitirán conseguir lo deseado, aprendiendo a que no es posible lograr sus propias metas. Como consecuencia, aparece un miedo continuo al fracaso que con el tiempo se va extinguiendo la capacidad de tolerarlo.
1. No puede diferenciar sus deseos de sus necesidades.
2. Tienen un miedo al fracaso
3. Se manifiestan ante un deseo no logrado con una explosión de sentimientos que fluctúan entre ira, cólera y angustia.
4. Presentan bajos niveles de paciencia.
5. No aceptan que la vida no tiene por qué ser fácil y cómoda.
Una estrategia para mejorar la capacidad para tolerar la frustración es analizar la frustración de manera aislada a fin de reconocer su origen y las razones por las cuales resulta intolerante. Podemos utilizar diferentes métodos de cara a resolver la situación, como es reestructurar las creencias personales relacionadas con los niveles de exigencias y las metas que se pueden lograr.
Es vital definir deseos y metas reales sin importar si son o no ambiciosos pero teniendo en cuenta que siempre pueden aparecer contratiempos. Además, es beneficioso que si tenemos metas muy altas se realicen por partes, de tal forma que se hagan objetivos intermedios que nos lleven hasta su logro. Es importante diseñar estrategias alternativas a la original para satisfacer los deseos o metas.
Del mismo modo, se debe trabajar la relación entre el fracaso y la frustración, observándolas como un aprendizaje de la vida que permitirá a futuro conseguir nuestros deseos o metas.
Otro aspecto a preparar es someterse a escenarios frustrantes con prevención a las respuestas dentro del entorno (social, laboral y personal), considerando realizar entrenamientos para resolver problemas y para manejar el estrés y la ira.
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