En la vida cotidiana existen diversas tareas, deberes, trabajos o actividades por realizar que van acorde a necesidades u objetivos que tengan los individuos. En ocasiones puede ocurrir que haya una tarea que se considera importante de llevar a cabo, pero se posterga el inicio o la finalización de la misma. Por el contrario, se realizan otras tareas u actividades que no están relacionadas con esta, pero que generan una gratificación o bienestar. A esto le llamamos procrastinación.
La procrastinación ocurre cuando se aplazan o se retrasan tareas que son relevantes en el ámbito en el que la persona está o se desarrolla, puesto que, se prefiere ejecutar otras actividades con el objetivo de buscar recompensas de índole positiva de manera inmediata, a diferencia de una recompensa positiva a largo plazo. Así que, la persona tiene claro lo que debe hacer, pero prefiere realizar otras actividades y en ocasiones puede experimentar malestar subjetivo debido a esto.
Con el fin de manejar la procrastinación, es fundamental entender por qué lo estamos haciendo, de esta manera, podemos determinar un plan de acción basado en objetivos, que nos guíen de forma efectiva a responder ante ella.
A menudo puede ser por miedo o preocupación a los resultados del trabajo, también puede ser porque se está evitando algo relacionado con la tarea, así mismo, puede ser porque existe una alta demanda de trabajo y la persona se siente abrumada, o en otro de los casos, porque la persona quiere emplear el tiempo realizando otra actividad, etc. Díaz-Morales (2019) en un estudio expone que a nivel cognitivo las personas pueden generar diferentes tipos de sesgos para generar excusas o autosabotajes para justificar el no realizar la tarea. A nivel conductual, el individuo tiende a desarrollar actividades que no tienen relación con la tarea y a nivel emocional puede experimentar sentimientos de ansiedad y de poca autoeficacia, que no lo motivan para iniciar o continuar con la tarea.
De este modo, para mejorar la gestión de la procrastinación se puede:
Realizar una autoevaluación, determinando en qué momentos específicos comienza la procrastinación, que estrategias empleamos para hacerlo y como esto nos hace sentir. Una vez aclarado, podemos definir las acciones para manejarlo.
Determinar el objetivo de la tarea, esto incluye tener claridad de lo que se debe hacer o por qué se está haciendo. Si esto está definido, es más factible comenzar el desarrollo de la tarea.
Si la procrastinación se debe a sentimientos de miedo por fracasar o por los resultados de la tarea, es importante reconocer que, para alcanzar el éxito hay que intentarlo. Está bien equivocarnos o cometer errores, es parte del proceso.
Si mantener la concentración durante el desarrollo de la tarea es complejo, se pueden utilizar técnicas de gestión del tiempo, es decir, establecer unos intervalos donde se dedica tiempo para realizar la tarea y otros intervalos exclusivos para descansar. Por ejemplo, durante 25 minutos nos concentramos en la actividad y descansamos 5 minutos.
Referencias
Díaz-Morales, J. (2019). Procrastinación: Una Revisión de su Medida y sus Correlatos. Revista Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluación – e Avaliação Psicológica, 51(2). https://doi.org/10.21865/ridep51.2.04
< Siguiente
Voluntades anticipadasAnterior >
Voluntades anticipadasSuscríbete a las Noticias de Psonríe
Puedes seleccionar que tipo de noticias quieres recibir