Cuando sentimos enfado, el mensaje que este nos envía es algo así como “¡eh, tú, haz algo, manifiéstate, que esto no te gusta, es injusto, marca tus límites!”.
Puede ser una emoción muy desagradable, pero es necesaria. Por eso es imprescindible que aprendamos a gestionarla lo mejor posible. Como cualquier otra, merece su espacio, su tiempo y su expresión.
¿Qué podemos hacer para regular el enfado?
Hay muchas opciones y lo mejor es que probemos cuáles nos resultan más útiles.
Un punto clave es identificar lo antes posible las señales de nuestro enfado. Cuanto antes lo localicemos y nombremos, antes podremos gestionarlo. Cuando aparece el enfado con una intensidad baja, podemos tomarnos unos minutos para hacer respiraciones profundas, pensar en qué ha provocado ese enfado y ver si podemos buscar una solución. En caso de que nuestro enfado aumente mucho de intensidad, tendremos que hacer algo que nos ayude a regularlo y expresarlo.
Aquí os dejo algunas ideas:
Cuando hayas logrado regular tu enfado, habla sobre ello con alguien de confianza y pídele un abrazo si lo necesitas.
Analiza las causas de tu enfado para poder buscar una solución, tomar medidas y mejorar tu aprendizaje en regulación emocional.
Por último, felicítate por tu logro y realiza una actividad que te guste para desconectar.
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