El diagnóstico no es fácil, ya que muchos de los síntomas pueden ser confundidos con los de otras patologías: híper o hipotiroidismo, diabetes mellitus, tumores cerebrales, problemas gastrointestinales y la enfermedad de Addison.
Los síntomas son tan variados que la primera consulta siempre corresponde al tratamiento de alguno de ellos de forma aislada. Es decir, si se detecta que no puede ingerir alimentos porque le producen dolor abdominal que es incapaz de soportar...
También hay que tener en cuenta que el paciente tiende a ocultar el verdadero problema, lo que dificulta significativamente el diagnóstico para determinar si se trata de una anorexia nerviosa restrictiva, ayunos prolongados, o purgativa, teniendo atracones; vómitos o usando laxantes.
Por lo tanto, para realizar un diagnóstico correcto será necesaria una exploración física completa y un examen psiquiátrico que aporte información sobre la manera en la que el paciente se relaciona con la comida y con su propio cuerpo: cómo controla su peso, si cree que está gordo o delgado, cada cuanto tiempo se pesa o si tiene vómitos.
Resulta complicado describir una conducta general, aunque existen rasgos que son comunes en todos los enfermos. Recurren normalmente a cualquier dieta y la realizan sin asesoramiento médico. Como la dieta no es equilibrada aparecen los primeros signos de fatiga y los vómitos. Piensan en no comer aunque tengan hambre y se niegan a reconocer que se encuentran mal o tienen algún problema.
La hiperactividad es una de las características más comunes de la anorexia. Frente al aspecto triste y envejecido de los anoréxicos, sorprende el derroche de energía y una capacidad funcional aparentemente normal pero falsa.
Las actividades deportivas son obsesivas y no se restringen a los gimnasios o polideportivos, sino que se trasladan también al hogar, donde pueden pasar horas haciendo gimnasia. Casi siempre emplean su tiempo en una única actividad, bien los estudios o el deporte.
En principio la hiperactividad responde al deseo de quemar calorías y controlar el cuerpo, pero esta conducta puede tener otras explicaciones y puede ser utilizada para justificar el aislamiento social o evitar la ansiedad.
En la mesa intentan disimular y hacen creer a los demás que comen cuando no lo hacen. Normalmente procuran no comer con el resto de la familia para no verse presionados. Se sirven muy poca comida y todo lo relacionado con los alimentos les crea ansiedad. Ante los consejos y advertencias sobre su salud se muestran irritables.
Las relaciones sociales también se ven afectadas por esta patología. Los enfermos intentan evitar las situaciones que aumentan su ansiedad y restringen sus contactos sociales para no verse juzgados. Esto lleva a cierta fobia social que merma sus relaciones con los demás. También se registra una disminución de las relaciones sexuales y una falta de interés por las mismas.
Sus pensamientos son muy negativos, se muestran tristes y deprimidos. Su autoestima es baja, ya que la identifican con su propio cuerpo, al que temen porque creen que no pueden mantenerlo bajo control. Sus ideas son repetitivas y giran en torno a la comida y el peso, tienen comportamientos rituales y obsesivo-compulsivos.
Duermen poco, no les gusta permanecer sentados y llegan a comer o a estudiar de pie para quemar calorías. Casi siempre emplean su tiempo en una única actividad, bien los estudios o el deporte, cuya práctica suele ser abusiva y descontrolada.
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