Las emociones influyen en lo que nos pasa psíquicamente y físicamente, es más, las emociones también van a hacer que aparezcan algunos dolores o al menos que tomemos conciencia de ellos, van a influir en la manera e intensidad de percibirlos y que los toleremos más o menos. Posiblemente hayamos oído “estás somatizando”, refiriéndose a cuando creemos que un problema físico es debido a algo psicológico como la ansiedad pero ¿cómo relacionamos dolor y emoción?
Si eres de las personas que tienden a guardar todo lo que les pasa porque “es mío” y no expresan sus emociones, deberás saber que todo aquello que reprimes se acumula hasta desbordar, provocando situaciones en las que finalmente “explotas”. Además, este camino de acumulación provoca sufrimiento, que aunque queramos esconder es muy probable que salga a la luz a través de síntomas físicos (somatizaciones).
Según la Teoría de la Inervación Concomitante, Alexander F. 1968, cuando dejas de expresar una emoción, el sistema nervioso estimula en exceso y de manera crónica algunos órganos o partes del cuerpo. Asimismo, según el Dr. John Sarno, cuando hay ansiedad, miedo o sufrimiento que no logramos canalizar, el cerebro restringe levemente el flujo de sangre a los tejidos, reduciendo la cantidad de oxígeno disponible. Si se trata de un músculo o de un tendón, el resultado es el dolor, y si se trata de un nervio, el efecto puede ser hormigueo, entumecimiento, dolor o debilidad.
El estrés, si lo mantenemos durante un largo tiempo, provoca que liberemos una hormona muy dañina, el cortisol. El cortisol afecta al sistema digestivo, aumenta la presión arterial, provoca insomnio (y si no dormimos bien, no conseguimos fases del sueño REM, la musculatura no se relaja), afecta el sistema inmune y afecta al hipocampo. El hipocampo es parte de nuestro cerebro emocional relacionado con la memoria y encargado, entre otras funciones, de regular funciones vitales como el hambre, la sed, el placer, la ira y la respuesta al dolor. Por lo que si el estrés hace que segreguemos cortisol y el cortisol daña el hipotálamo nuestra percepción y respuesta al dolor se verá alterada.
Nuestra actitud hacia la vida determinará si lo que sentimos lo consideraremos una molestia, un dolor, un impedimento o algo que nos preocupa y que por lo tanto nos hará estar más o menos angustiados y focalizados en aquellos que nos duele.
“Lo que cuenta, no es el dolor en sí mismo, si no lo que pienso y cómo lo vivo”. (Laroche F.- 2015)
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