Existen pocas circunstancias en nuestra vida que provoquen tanto dolor en nosotros como el fallecimiento de un ser querido. El sentimiento de desamparo, la culpa, la negación de lo ocurrido, el enfado, la incredulidad…
Existen pocas circunstancias en nuestra vida que provoquen tanto dolor en nosotros como el fallecimiento de un ser querido. El sentimiento de desamparo, la culpa, la negación de lo ocurrido, el enfado, la incredulidad…, son algunas de las muchas vivencias que experimentamos en estos casos.
En muchas ocasiones puede ocurrir que, en nuestro entorno más cercano, o incluso en nosotros mismos, se toma la decisión de no compartir este dolor, y evitamos hablar de la muerte con la esperanza de que con ello también se alivie el malestar que nos provoca.
Somos conscientes de que evitar hablar de nuestros problemas no supone una solución efectiva para afrontarlos, y tampoco lo es evitar hablar de la muerte y de las consecuencias que provoca en las personas que pierden a un ser querido, sobre todo cuando sentimos la necesidad de compartirlo con nuestros allegados, pero el miedo a exponer nuestros sentimientos o a la reacción de los demás, nos detiene.
Te animo a romper este “tema tabú” y que exploremos juntos el proceso del duelo y sus principales características.
Procesos del duelo
El duelo es un proceso psicológico que se origina después de una pérdida, una ausencia, un fallecimiento o un abandono. El duelo trae consigo diferentes síntomas, y su experimentación dependerá de los factores intrínsecos de cada persona.
Bowlby (1961) y Salvarezza (1968) estructuran el proceso del duelo del siguiente modo:
- Después de la pérdida, la persona que experimenta el duelo entra en un estado de desequilibrio y se siente incrédula y aturdida. En este caso el mecanismo de defensa al que suele recurrirse es la negación. Algunas manifestaciones más comunes en esta primera fase son el llanto, agitación e irritabilidad, protestas y conflictos internos, desasosiego y negación de la pérdida. Buscar culpables a su alrededor, o consigo mismo, también es una tendencia muy común.
- Progresivamente, se va atenuando la conducta derivada de que la persona fallecida no esté presente. Se busca contacto con los objetos que hayan tenido relación con la persona perdida y se desentiende del mundo externo. Se desorganiza y puede aparecer desaliño o problemas de aseo personal. Entramos en una fase mucho más íntima en la que focalizamos toda nuestra atención en los recuerdos que nos unen a nuestro ser querido fallecido. Las manifestaciones que pueden aparecer en esta fase vienen asociadas a una mayor aceptación de la pérdida. También se hacen más evidentes y habituales los recuerdos, la necesidad de hablar sobre la persona fallecida y el aislamiento.
- La reorganización, el vínculo con los objetos internos se debilita y la persona establece vínculos con el mundo externo. Con el tiempo los recuerdos se espacian y la persona retoma sus rutinas diarias y costumbres. Posteriormente, otros autores recogen la estructura señalada por Bowlby y Salvarezza, redefiniéndola y dividiendo el proceso del duelo en diferentes fases que, progresivamente, las personas van elaborando hasta la superación de la pérdida. En este punto es importante señalar que cada persona vive su duelo de un modo totalmente genuino, y que las fases pueden experimentarse, o no hacerlo, con un orden o duración diferentes.
Fases del duelo
Negación
Se trata de un estado en el que evidenciamos nuestra sorpresa por lo ocurrido. La incredulidad, la percepción de injusticia, la total incomprensión por la pérdida son algunas de las características más distintivas de la negación. Puede suceder que, en un primer momento, sea tal el bloqueo que no generemos ninguna emoción.
Enfado
Una vez tenemos asumida la realidad de la pérdida, una de las primeras emociones que experimentamos es el enfado. Es el momento de dejar clara nuestra oposición por lo que está ocurriendo y el dolor que nos causa. La emoción del enfado tiene un claro componente defensivo, debido a la grave herida que nos provoca esta situación. Este estado nos permite comunicarnos con los demás y pedir ayuda.
Negociación
En este momento nos acecha la idea de revertir la situación, fantaseamos con la posibilidad de dar marcha atrás en el tiempo para recuperar a nuestro ser querido. En algunos casos podemos acogernos con más fuerza a nuestras creencias religiosas, dispuestos a pactar con cualquier ser divino, haciendo las promesas necesarias, para volver a estar con la persona fallecida.
Miedo y tristeza
Asumida la pérdida y la imposibilidad de revertir la situación, la emoción que nos acompaña en esta fase es la tristeza. Tenemos una percepción incierta de nuestro futuro, una sensación de vacío y un dolor profundo. Nos sentimos apáticos y desmotivados, por lo que cualquier tarea se vuelve complicada y todas aquellas actividades que nos provocaban placer y bienestar ya no tienen el mismo efecto en nosotros.
Aceptación
Llega el momento de reconstruir y retomar nuestra vida. Llegar a este punto requiere de un gran esfuerzo por nuestra parte. No se trata de olvidar o dejar de añorar a la persona perdida, se trata de hacer un ejercicio de aceptación de lo sucedido y, con esta nueva realidad, volver a disfrutar de nuestra vida, teniendo presente la importancia de nuestro propio autocuidado.
Retomar nuestras rutinas, volver a conectar con nuestro entorno, buscar aquello que procura nuestro bienestar, son aspectos que no resultan incompatibles con recordar a ese ser querido que ya no se encuentra con nosotros.
También resulta beneficioso poder compartir nuestros recuerdos, anécdotas o situaciones agradables que pasamos con esa persona, con los demás.
Este será el último paso de nuestro proceso de duelo.
Recuperación del duelo
Es importante tener presente que no se trata de un proceso sencillo, y que requiere del tiempo necesario para poder asumir nuestra nueva realidad. No obstante, de las fases del duelo se pueden extraer algunas recomendaciones que pueden ayudarnos a elaborar nuestro duelo de un modo más adaptativo:
- Aceptar la realidad de la muerte. Aceptar que ha ocurrido, que no es una realidad transitoria. Este es un punto crucial en el proceso de duelo que nos permite avanzar en su resolución.
- Sentir el dolor. Experimentar dolor, sentir, identificar y aceptar las reacciones psicológicas ante la pérdida y afrontarla racionalmente. Las emociones resultan muy valiosas porque nos ayudan a reconocer y a elaborar las consecuencias de la ausencia de nuestro ser querido.
- Adaptarse a la nueva vida. Aprender a desenvolverse en la nueva vida. Aunque no resulta nada sencillo, volver a incorporar, poco a poco, nuestras rutinas diarias favorecerán en gran medida la adaptación a esta nueva realidad.
- Reinvertir emocionalmente. Ser capaz de amar de nuevo, de sentir preocupación por los otros. En definitiva, se trata de volver a conectar con los demás.
Queremos ayudarte a superar la pérdida de tu ser querido. Si nos aportas más información sobre tu situación podremos
entender mejor lo que pasa en tu relación: