El Síndrome de la “niña buena” se define como un conjunto de conductas presentes, principalmente en mujeres, con una tendencia hacia la complacencia excesiva hacia los demás a expensas de su propio bienestar. Quienes experimentan este síndrome suelen tener sentimientos elevados de responsabilidad por el bien de los demás y a imponerse estándares de perfección muy elevados. Como consecuencia, la persona desarrolla una constante búsqueda de aprobación y validación externa sacrificando sus deseos para complacer el de los demás.
El Síndrome de la niña buena no figura como un trastorno oficialmente reconocido en ningún manual de diagnóstico psicológico, pero es un término que se utiliza para identificar una serie de rasgos y dificultades que se pueden dar en ciertas personas.
Este tipo de personas, al tener focalizada su atención en los demás y no en sí mismas, suelen ocultar sus propias dificultades o necesidades y evitan pedir ayuda cuando tienen problemas. Como resultado, pasan inadvertidos para quienes que los rodean, lo que perpetúa la percepción de que son personas que no generan problemas, Y TERMINAN CREYENDO QUE SON QUERIDAS POR LO QUE HACEN Y NO POR LO QUE SON.
Las raíces de este fenómeno suelen encontrarse en la infancia. Algunos factores pueden ser culturales dado que en algunos ámbitos sociales se las etiqueta como “buenas, amables, leales y obedientes”, o por el rol de género. Pero uno de los factores que mayor peso tienen es el del estilo de crianza.
Un estilo de crianza autoritario hacia una niña se caracteriza por imponer reglas estrictas y exigir obediencia absoluta sin lugar a la opinión o negociación. Este estilo parental adopta un enfoque dominante y controlador, limitando la autonomía de la persona y reprimiendo con ello su capacidad de expresión y el desarrollo de sus habilidades sociales.
Ejemplo de este estilo: ¡Hazlo exactamente cómo te digo, no me cuestiones!
Otro tipo de crianza que puede propiciar este síndrome es el estilo sobreprotector el cual se caracteriza por un exceso de control y protección por parte de los padres o cuidadores. Estos tienden a intervenir constantemente en la vida de la niña, evitando con ello que experimente desafíos o dificultades del mundo exterior.
Ejemplo de este otro estilo: No necesitas aprender a hacer eso, déjame hacerlo por ti para que no te frustres.
En cualquiera de los casos lo que puede provocar es una limitación en la autonomía de la persona, efectos disfuncionales en su asertividad y una muy BAJA AUTOESTIMA, siendo frecuente que en estas circunstancias se desarrollen trastornos depresivos, de ansiedad y otras patologías psicológicas como consecuencia de este patrón de comportamiento.
Existen varias estrategias para abordar este fenómeno, pero siempre es recomendable acudir a terapia psicológica como la opción más valiosa para abordar estos problemas de manera más profunda y efectiva.
En conclusión, para promover la salud mental de las personas, es crucial fomentar su autonomía y su autoestima en cada una de las etapas de su vida. Debemos crear entornos que valoren la expresión de las necesidades y opiniones propias y reconocer los esfuerzos individuales más allá de los logros. Esto contribuirá al desarrollo de una identidad sólida y al establecimiento de relaciones interpersonales saludables.
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