Muy posiblemente muchas personas han tenido que posponer o suspender actividades y objetivos planeados para este año debido a la situación de la pandemia que afecta al mundo. Esta situación puede producir incomodidad. Desde niños y jóvenes hemos sido formados para orientar nuestras acciones bajo ciertos esquemas o patrones para lograr éxito. Por ejemplo, estudiar con esmero para obtener buenas calificaciones y obtener a futuro mejores posiciones en el mercado laboral. Hemos aprendido y nos han premiado la lucha y el trabajo duro para alcanzar nuestras metas u objetivos y tendemos a planificar cuidadosamente las cosas que deseamos alcanzar: concluir algún proyecto, graduarse, conseguir determinado empleo, crear una empresa, casarse, emigrar, irse de viaje en vacaciones… Hay quienes acostumbran enumerar las metas al finalizar o comenzar el año, y también suelen hacer cambios o ajustes de acuerdo a las circunstancias que se van presentando en el camino.
La motivación para alcanzar una meta nos da el impulso o fuerza necesaria para realizar las acciones que conlleven a la obtención de la meta deseada. A través de la planificación establecemos las actividades y el tiempo estipulado para ir logrando los pequeños objetivos hasta alcanzar la meta final. Invertimos tiempo, trabajo, esfuerzo, dinero, entusiasmo.
La situación de la pandemia nos pudo haber afectado por la cancelación de graduaciones, bodas, viajes, empleos, conciertos, encuentros deportivos, entre otros.
¿Qué sucede cuando en forma súbita suceden hechos de fuerza mayor que acaban abruptamente con nuestros planes?
Si se presentan obstáculos que impiden la obtención de la meta nos sentimos frustrados y podemos sentir rabia, decepción, tristeza y hasta agresividad. La frustración es la respuesta emocional que experimentamos cuando una meta, un deseo o una necesidad no pueden ser satisfechas a pesar de lo que hemos hecho para lograrlas. La frustración contiene un componente real sobre una situación ocurrida y la vivencia a nivel emocional elaborada a raíz de esa situación real. No todas las personas van a responder de igual manera, las diferencias individuales en cuanto a madurez, experiencias previas, fortaleza emocional, capacidad de flexibilidad y adaptación a las adversidades y nivel de afectación por la situación vivida pueden marcar la diferencia ante la frustración sentida. Algunas personas presentan una baja tolerancia a las frustraciones. Otras personas tienen mayor capacidad de gestionar y aceptar la discrepancia o incomodidad entre lo que deseaban alcanzar y la realidad. La frustración es un estado transitorio y por lo tanto puede variar o revertirse.
Algunas recomendaciones para el manejo de la frustración son:
Ante las dificultades para evaluar la situación a la luz de los cambios, que permita reorientar nuevas metas y/o estrategias, o ante la baja tolerancia a las frustraciones es importante buscar ayuda profesional.
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