La salud mental en la infancia y la adolescencia tras la pandemia

La actuación e intervención profesional del psicólogo en distintos ámbitos y rangos de edad resulta imprescindible para poder abordar un gran número de problemas mentales que afectan a diferentes grupos de personas en nuestra sociedad actual. Es una hecho ampliamente demostrable que se ha producido una acentuación de los problemas psicológicos en el contexto de pandemia, principalmente tras el periodo de confinamiento al que estuvo sometida la población a nivel mundial. En el caso de los ámbitos de la infancia y adolescencia ha podido observarse como se han agudizado determinadas problemáticas a nivel psicológico y psicosocial que ya afectaban de forma notoria y preocupante a los niños y jóvenes en la actualidad.

Este inusual e inédito escenario que ha supuesto vivir una pandemia a nivel mundial puede analizarse desde varios puntos de vista, a nivel psicológico, debido a que no solo el propio confinamiento ha exacerbado los problemas psicológicos sino a que se han producido una serie de circunstancias que han complicado aspectos como el diagnóstico y la intervención al no poder realizarse estas actuaciones de forma presencial. Este retraso a la hora de diagnosticar e intervenir ha supuesto un grave perjuicio para la salud mental, como en el caso de trastornos de la conducta alimentaria, retrasos a nivel madurativo o detección e intervención del deterioro cognitivo y socioemocional en chicos con trastornos del espectro autista.

Conviene analizar también el contexto del hogar, desde una óptica familiar y educativa, ya que el hecho de no poder asistir los niños a la escuela, los adolescentes a los centros de educación secundaria y que los padres hayan trabajado desde casa, ha provocado una reordenación y readaptación de los recursos personales, familiares e incluso espaciales a la inédita situación que se estaba viviendo. Los padres tuvieron que ejercer de educadores no profesionales lo que acarreó innumerables limitaciones que se tradujeron en una ralentización en el proceso instruccional de enseñanza-aprendizaje de los niños, y aún más en chicos con trastornos psicológicos previamente diagnosticados.

En los trastornos del espectro autista se hizo muy complicado el confinamiento al cambiar por completo las rutinas de intervención psicológica de estos chicos que se vieron altamente limitados al contexto del hogar lo que conllevó una grave afectación a nivel socioemocional de estas personas y la consecuente frustración, ansiedad y trastornos del estado de ánimo en sus padres y cuidadores.

De igual forma, en el contexto de la adolescencia, con ese alto grado de componente social que implica tanto en su análisis como en la propia intervención, esas limitaciones marcadas por el confinamiento ha agravado los problemas psicológicos que ya afectaban a los jóvenes: adicción a las nuevas tecnologías, trastornos de la conducta alimentaria, ansiedad, depresión, riesgo de suicidio, etc.

La intervención psicológica en niños y adolescentes se antoja más necesaria que nunca, es en este momento en el que los profesionales de la salud mental jugamos un papel crucial para evaluar, diagnosticar e intervenir en este grupo poblacional tan importante.

Tener una buena salud mental no significa estar siempre feliz, lo que realmente buscamos con la terapia psicológica es ayudar a ser conscientes de las propias emociones y como gestionarlas, a psicoeducar a los padres sobre la importancia esencial de implicar a familiares y agentes educativos en el proceso terapéutico y, sobre todo, a aceptar e incorporar en nuestros planteamientos vitales que la salud mental es tanto o más importante que la propia salud física.