Conocemos un gran número de personas a lo largo de nuestra vida, es casi imposible contabilizar todos los rostros que se cruzan en nuestro camino, pero solo una pequeña cantidad ocupan un lugar importante en nuestras vidas o con muy pocas sentimos una afinidad real y se quedan en nuestro corazón.
Desde muy temprana edad comienzan aparecer personas que probablemente pueden ser parte de nuestro entorno cercano. Son muchos los lugares donde conectamos con muchas personas, con las que puedes o no congeniar.
Al conocer una persona y entablar una conversación podrían surgir opiniones que podemos sentir como nuestras, compartir hobbies, preferencias, gustos, que hayan atravesado por situaciones o experiencias similares a las nuestras. En todos los casos se presenta esa pizca que nos hace sentir identificados con esa persona.
Por otra parte, puede presentarse un sentimiento de sintonía con una persona opuesta a nosotros, con diferentes gustos, inclinaciones, propósitos y que de igual manera ocupan un lugar importante es nuestras vidas.
Esto se debe a que en muchos casos no es necesario pensar igual, sino sólo compartir los mismos valores básicos, basados en el respeto, la lealtad, la admiración, el intercambio de ideas, de pensamientos, que puede ser muy lucrativo y esto se puede sentir solo con saber que la otra persona tiene principios que son muy semejantes a los nuestros y a lo que esperamos de las demás personas.
El tiempo es un componente importante para el fortalecimiento de una relación interpersonal. Se puede lograr sentir afinidad con una persona desde el principio pero en otras ocasiones los encuentros a través del tiempo son los que nos dan las pautas para explorar y conocer la esencia del otro.
El poder compartir y conocerse en cada encuentro es lo que permite penetrar en sus comportamientos y actitudes y establecer una relación de reciprocidad que revele el interés de ambas partes, la consideración y el autodescubrimiento. Es decir, formar ese vínculo sobre cimientos sólidos.
En conclusión, sentimos afinidad con aquellos que hablan nuestro mismo idioma o comparten nuestro lenguaje emocional. Los que de manera natural entienden las delicadezas de nuestra forma de comunicación, que entienden en nuestras miradas, gestos o tono de voz. Los que tienen un intercambio emocional con nosotros natural, sencillo y fluido y no hay que afanarse para explicar nuestra esencia.
La sintonía que aparece con algunas personas obedece a la personalidad, las actitudes y un gran número de factores personales propios de cada individuo. Pero cuando aparece de manera obvia es una sensación muy agradable.
Por otro lado, en algún momento hemos conocido a alguien con quien nos es muy difícil entendernos por más esfuerzo que pongamos, en estos casos cualquier frase o palabra es malinterpretada y las metas de cada persona están muy alejadas de poder cruzarse en algún punto.
Es importante recalcar que las personas no son estáticas y por ende tampoco las relaciones. La evolución natural, el crecimiento personal Nuestro propio crecimiento personal, nos conduce a cambiar nuestras ideas, nuestras opiniones, visiones del pasado, es por ello que relaciones que en el pasado funcionaban en el presente pueden dejar de hacerlo.
El cambio, forma parte de nuestra naturaleza por ello las relaciones emocionales se deben nutrir y atender, si ya no existe una conexión positiva con una persona como antes lo mejor es no forzar las emociones.
Suscríbete a las Noticias de Psonríe
Puedes seleccionar que tipo de noticias quieres recibir