Los avances a nivel mundial en materia de derechos humanos y variedad cultural han favorecido la aceptación de la diversidad en orientaciones sexuales, abriendo debates y cambios en las leyes de muchos países.
Este hecho social ha tenido repercusiones en las familias.
La existencia en una familia de un miembro con una orientación sexual diferente a la tradicional puede tener algún impacto u ocasionar conflictos dependiendo de la historia, tradición, formación ética y espiritual, así como de los valores y prejuicios que la sustentan. A pesar de la transmisión de normas y costumbres en la familia, en la socialización van a influir los medios de comunicación, redes sociales y los grupos de amigos, entre muchos otros elementos, en la inclinación sexual de los más jóvenes, independientemente de que sea aceptada o no por los padres.
En las consultas psicológicas nos encontramos con parejas homosexuales en las cuales uno o los dos miembros de la pareja encuentran dificultades para revelarles a sus padres o familiares directos su orientación sexual.
¿Qué hacer en estos casos?
No hay una respuesta común. Cada situación es particular. En general puede afirmarse que una relación verdaderamente estrecha con la familia implica conocerse en forma honesta, espontánea y abrirse al otro. Ocultar nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos hacia personas afectivamente significativas por temor al rechazo, conflictos, sentimientos de vergüenza o de culpa puede conducir a la soledad o al alejamiento de ese ser querido. Permanecer callado no significa ser fuerte, la fuerza puede estar en la disposición para correr riesgos en las relaciones y ser auténtico.
En ocasiones, lo anterior puede ser una exigencia propia, de la pareja o de los grupos al que se pertenece con la misma orientación sexual.
Es posible que ante una “revelación” hacia ese familiar querido se obtenga una respuesta de aceptación o apoyo, o que aunque la conducta no sea del agrado y resulte hasta “ofensiva” la persona siga siendo aceptada. Lo recomendable es abrirse hacia esa posibilidad. Sin embargo, no es tan sencillo. Es importante considerar a ese otro (padre, madre) que pueden tener sus propios valores y prejuicios fuertemente marcados, el efecto que tendría sobre esa persona considerando su edad, salud, entre otras situaciones.
Cada quien “conoce” su familia y puede determinar los riesgos y efectos. Si no hay claridad, se puede requerir acompañamiento psicológico.
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