El Síndrome de Intestino Irritable es el diagnóstico que reciben aquellas personas en los que no hay una base orgánica que justifique la sintomatología gastrointestinal que presentan, y existen unos factores psicosociales que tienen un papel muy importante tanto en la en la predisposición, precipitación o perpetuación de los síntomas.
El Síndrome de Intestino Irritable (SII) o “colon irritable” es el diagnóstico que reciben aquellas personas en los que no hay una base orgánica que justifique la sintomatología gastrointestinal que presentan. Se ha propuesto que el SII puede estar determinado tanto por factores cognitivos (actitud ante la enfermedad y capacidad de adaptación), conductuales (factores de estrés psicológicos), emocionales (ansiedad y depresión), así como fisiológicos (respuesta a diferentes estímulos como dieta, infecciones, ansiedad; respuesta neuroendocrina y/o inmune; inflamación de bajo grado; mecanismos moduladores del dolor; control autonómico de la motilidad intestinal). Todo ello da lugar a un modelo de la enfermedad que se explica tanto por factores biológicos como psicológicos y ambientales, por lo que será importante considerarlos todos en el tratamiento.
Es importante destacar que los factores psicosociales desempeñan un papel importante tanto en la en la predisposición, precipitación o perpetuación de los síntomas, así como del comportamiento del individuo ante la enfermedad. Más del 50% relaciona la aparición de sus síntomas con la vivencia de algún suceso estresante como problemas laborales, muerte de un familiar, intervenciones quirúrgicas, problemas de pareja, abuso sexual, etc. También hay expertos que consideran que la ansiedad o la depresión son la consecuencia directa del sufrimiento experimentado durante años y generado por la propia enfermedad. Así, puede que exista cierta predisposición psicológica que favorezca la aparición de molestias intestinales y, a su vez, tales molestias pueden exacerbar dichos rasgos psicológicos originándose un círculo vicioso. De hecho, los pacientes con SII muestran mayores niveles de ansiedad y depresión que el resto de la población y que otros pacientes cuya patología digestiva tiene únicamente base biológica.
Así, la terapia psicóloga trata de establecer un modelo racional de enfermedad, atenuar los efectos de una respuesta excesiva ante el estrés, modificar las respuestas psicológicas desadaptativas (ansiedad, expectativas negativas, sentimientos de culpa o vergüenza) y modificar los comportamientos negativos ante los síntomas (agorafobia, búsqueda persistente de pruebas diagnósticas, etc.). En los estudios se ha encontrado que la terapia psicológica logra reducir la intensidad del dolor percibido, mejora la calidad de vida, y disminuye los costes sanitarios a largo plazo.
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