Trastorno de relación social desinhibida o el peligro de buscar afecto en el extraño

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Trastorno de relación social desinhibida o el peligro de buscar afecto en el extraño

Dentro de los trastornos del vínculo en la infancia, encontramos el trastorno de relación social desinhibida o trastorno de vinculación desinhibida en la infancia.

Psonríe Autor: Psonríe

Dentro de los trastornos del vínculo en la infancia, encontramos el trastorno de relación social desinhibida o trastorno de vinculación desinhibida en la infancia. Como en el trastorno reactivo del apego, de desarrolla entre los 9 meses y los 5 primeros años de vida. Sin embargo, a diferencia de este, se caracteriza por una baja o nula selectividad del vínculo. Normalmente, se trata de niños que han atravesado cambios constantes, ya sea de residencia, cuidadores, familias de acogida, en definitiva, han sido separados con frecuencia del entorno con el que comenzaban a estrechar lazos. De esa forma, buscan atención, cuidados y afecto en cualquier figura potencialmente cuidadora que llegue a su vida, con el consiguiente riesgo que esto supone.

Pueden ser niños excesivamente pegajosos, demandantes de cariño y tiempo, que presentan un comportamiento verbal o físico demasiado familiar para las normas culturales y sociales de las que se rodean. Pareciese que no hay un cuidador principal o referente, puesto que tras una salida arriesgada no parecen recurrir a la seguridad de un miembro de referencia para sentirse a salvo, pudiéndose servir prácticamente de cualquiera que se encuentre disponible.

Es habitual que este trastorno sea comórbido a otras alteraciones del desarrollo, muchas veces producto de una crianza negligente. Por ejemplo, problemas de peso por inanición, baja estatura, retrasos cognitivos o del lenguaje, pudiendo persistir estos síntomas aún después de que se hayan subsanado el abandono.

Pese a no haberse descrito el trastorno en la edad adulta, sí se ha observado un mantenimiento de secuelas tales como la alexitimia, es decir problemas para el reconocimiento y expresión de las propias emociones. Asimismo, parece que el padecimiento de este trastorno dificulta la creación de vínculos genuinos e íntimos, suponiendo un vacío afectivo para la persona, que actúa con una especie de máscara sociable a la caza del cariño y la aprobación del otro, sin sentir verdaderamente aquello que expresa o realiza.

Cuenta con un pronóstico favorable siempre y cuando se intervenga en el ámbito relacional del niño. Será determinante poder establecer y mantener en el tiempo un cuidador principal como figura de referencia con el que diferenciar un vínculo más íntimo. Por último, cabe destacar que, por la elevada disposición a confiar en un adulto extraño, mientras se lleva a cabo el tratamiento, será de suma importancia controlar el ambiente del niño minimizando así el riesgo de abusos y otros acontecimientos potencialmente traumáticos que dificulten aún más la historia vital y el pronóstico del menor.


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