Autor:
Ana Viladomiu Jover
¿Cuántas veces te ha costado identificar cuál era la emoción que estabas sintiendo? ¿Cuántas veces has preferido bloquear una emoción en lugar de sentirla? ¿Cuántas veces has intentado huir de una emoción desagradable?
No existen emociones buenas o malas. Hay estados emocionales más cómodos o más incómodos de sentir. Un estado emocional aparece con el objetivo de ayudarnos a ser conscientes de alguna cosa; puede ser una necesidad fisiológica que no está siendo atendida o pueden estar relacionados con situaciones que nos han ocurrido en el pasado y que todavía, por lo que sea, no hemos terminado de procesar.
En ocasiones tendemos a bloquear ciertos estados emocionales o correr en dirección contraria de aquellos que nos causan sensaciones desagradables. Y actuar de esa manera supone ir en contra de nuestra supervivencia. Necesitamos aliarnos a nuestras emociones en lugar de luchar contra ellas o tratar de eliminarlas.
La mayoría de las veces no podemos gestionar una emoción si no reconocemos cómo nos estamos sintiendo. Para ello, podemos tratar de completar la frase “Me siento…” cuando conectemos con sensaciones que no sabemos describir. ¿Cómo me está haciendo sentir esto? Podemos empezar descartando ciertas emociones que no se correspondan a nuestra realidad. Eso nos ayudará y acercará a poder confirmar qué emoción es la que estamos sintiendo en este momento.
La ira, por ejemplo, manifiesta una necesidad de poner límites a algo, alguien o a nosotros mismos. Nos ayuda a identificar una realidad que nos está haciendo daño. El miedo nos avisa de que estamos en una situación que nos genera una amenaza. Nos alerta de lo que sucede para que podamos ponernos a salvo. El asco nos ayuda a escapar de situaciones que pueden implicar un peligro a nuestro bienestar corporal y potencia los hábitos saludables e higiénicos. La tristeza nos permite parar y centrar la atención en nosotros/as mismos y favorece la búsqueda de apoyo social. La alegría nos ayuda en la segregación de serotonina que ayuda a la reducción del estrés y la ansiedad. Aumenta nuestras defensas y nuestras interacciones con los demás, al igual que nuestra creatividad.
Aliarnos y caminar de la mano de nuestras emociones es necesario para garantizar nuestra supervivencia. No luches, atiéndela.
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