¿Cuántas veces has sentido que te faltaba el aire? ¿Cuántas veces has tenido la impresión de que todo a tu alrededor desaparecía?
¿Cuántas veces has creído que el latido de tu corazón era excesivamente rápido? ¿Cuántas veces te ha dolido el pecho y no has sabido identificar la causa?
El miedo es una de las emociones más básicas del ser humano. La mayoría de las veces, aparece cuando percibimos un peligro inminente.
Pero, ¿te has parado a pensar alguna vez sobre si ese peligro que provoca tu miedo es real, imaginario o si se relaciona con tu pasado, presente o futuro?
Cuando identificamos ese peligro como real, el miedo adopta una funcionalidad; nos permite reaccionar y escapar eficazmente de aquel estímulo que activa esa emoción. De lo contrario, el miedo puede ser irracional y tóxico cuando se activa por un estímulo poco real y nos paraliza y nos bloquea emocionalmente.
Es importante que, además de identificar el estímulo que desencadena nuestro miedo, no tratemos de negar lo que sentimos. El miedo está muy presente en la sociedad en la que vivimos y nos acompaña. Aceptar que, en según que momentos, el miedo gana protagonismo, es el primer paso que nos va a ayudar a superarlo.
Huir de esa emoción no nos permitirá librarnos de ella, sino todo lo contrario. Con la huida, acabamos teniendo miedo al miedo y eso no nos permitirá avanzar.
Permítete sentir el miedo y préstale la atención que merece.
No trates de derrotarlo como si fuera tu enemigo, trata de entenderlo como si fuera tu amigo. El miedo está tratando de comunicarnos alguna cosa. Sea lo que sea, debemos tratar de entender qué es lo que nos quiere decir para hacer frente a eso que sentimos.
Recuerda que la única manera de liberarte del miedo es afrontándolo.
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