Se trata de ideas preconcebidas, inconscientes, rígidas e idealistas que nos causan malestar, sea este clínicamente significativo o no, al interferir en nuestro comportamiento, en la interpretación que realizamos tanto de lo que nos ocurre como sobre lo que hacen los demás en el día a día y en la vida en general.
En definitiva, influyen en nuestro procesamiento de la información.
Suelen ir acompañados de “yo debería” o “tengo que” o de lo que “deberían” hacer o “ser” los demás. Y sobre lo que “debería” ocurrir en cualquier esfera de nuestra vida.
Para entenderlo mejor, vamos a poner como ejemplo las creencias irracionales que definió Albert Ellis, psicólogo cognitivo estadounidense que desarrolló la terapia racional emotiva conductual en 1955.
Las creencias irracionales de Ellis, son las siguientes:
Dejarnos llevar por estas creencias nos puede causar gran malestar, tanto en lo que hacemos como en lo que sentimos, así como en lo que esperamos de los demás y en lo que pensamos, la vida nos deparará.
Nos hace tener ideas y pensamientos rígidos, inflexibles, que nos pueden hacer sentir desgraciados o incapacitados y no hacernos responsables de nuestro propio destino.
Como consecuencia, podemos sufrir depresión o ansiedad o cualquier trastorno derivado de dichos malestares, así como tener problemas de relación familiar, social y/o de pareja o incluso dificultades laborales o académicas.
Si queremos ser felices, es importante replantearnos estas ideas y cambiarlas por otras más funcionales, adaptativas y realistas.
A veces podemos conseguirlo por nosotros mismos y otras con la ayuda de un profesional de la Psicología.
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