Se entiende por empatía a la capacidad que tiene una persona para percibir pensamientos, emociones y sentimientos de otros. La empatía consiste en comprender a una persona desde el punto de vista propio de la persona y no desde el nuestro, así como percibir o experimentar, indirectamente, lo que piensan o sienten otras personas.
Es decir, tener la habilidad y capacidad de reconocer a otras personas con sus propias necesidades, deseos y sensaciones, poder comprender cómo se sienten y piensan en relación con su condición de vida, eso es parte de la empatía.
La empatía, directamente, no representa una motivación para ayudar, algunas veces solo es entender por lo que están pasando otras personas, es ponerse en lugar de una persona que está sufriendo alguna situación y tratar de ponernos en su lugar, saber que si pasáramos por la misma situación nos gustaría que alguien nos apoyara. Si no existiera la empatía, el mundo podría ser una gran selva, lo ideal es tener ciudadanos empáticos.
Ahora bien, las personas con exceso de empatía, no siempre escogen ser así, más bien es una reacción automática a los estados emocionales de los demás, y esta situación condiciona las propias conductas o emociones de la persona empática.
Ser una persona empática tiene sus beneficios, pero también diversos inconvenientes, es la razón por la que se debe aprender a manejar una empatía saludable. La empatía es buena cuando se tienen que construir y conservar relaciones, ayuda a conectar con otras personas de una manera más profunda.
Hay dos tipos de empatía; la empatía emocional y la empatía cognitiva:
Demostrar mucha empatía hacia otras personas, puede derivar en vivencia de depresión y ansiedad, esto explica por qué muchas personas empáticas se sienten molestos cuando ven noticias trágicas. Una consecuencia de esto se demuestra en nuestro cuerpo, que podría presentar inflamación crónica de nivel bajo.
Asimismo, nuestro corazón puede aumentar su ritmo cardíaco cuando nos emocionamos con las situaciones de gravedad de otros. La influencia de la empatía se evidencia tanto fisiológicamente como psicológicamente. Necesitamos tener más compasión y menos empatía.
Cuando otra persona siente dolor, podemos sentir empatía y esto hace que se activen algunas áreas del cerebro, las cuales están ligadas a las emociones negativas. El límite a estas emociones negativas entre uno mismo y los demás, pueden ocasionar consecuencias desfavorables si no aprendemos a establecer límites o algunas habilidades de autocontrol o autorregulación, es como sentir un contagio emocional. Nos podemos enredar con la angustia que sentimos y nos puede resultar complicado calmar nuestras emociones.
Se debe recordar que compartimos la humanidad común, y que todos los seres humanos podemos sentir sufrimiento. Los actos de autocompasión contribuyen a disminuir la angustia que se siente por el agotamiento de la empatía, mejorando la sensación de bienestar.
Esta angustia empática evoca sentimientos negativos como ansiedad y estrés, lleva a algunas personas a ser personas insociables y retraídas.
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