¿Cuántas veces pensar en los propósitos de año nuevo te ha causado ansiedad? ¿Cuántas veces preguntarte qué quieres lograr el año que viene te ha llevado a sentir presión? ¿Cuántas veces la frustración por no haber cumplido lo que te propusiste te ha provocado malestar?
Cuando acaba el año acostumbramos a repasar todo lo que hemos hecho durante el mismo e incluso lo que hemos llegado a lograr. Observar desde la curiosidad cada una de las situaciones por las que hemos pasado y los acontecimientos que hemos vivido nos ayuda a ser conscientes de lo que hemos conseguido, de los aprendizajes que llenan aún más la mochila que llevamos cargada a nuestra espalda y conectar con el orgullo de aquello que, aunque nos ha costado, hemos conseguido.
Después de analizar el año que dejamos atrás, acostumbramos a brindar poniendo el foco en el que está a punto de comenzar y tendemos a imaginar todo lo que nos gustaría cumplir. A veces incluso elaboramos una lista de todos esos cambios que queremos adaptar a nuestra rutina. En ocasiones eso puede ayudar a aumentar nuestra motivación, pero con el paso de los días, eso también puede provocar cierta ansiedad y presión.
Proyéctate en el próximo año, piensa en todo aquello que te gustaría conseguir y conecta con la necesidad que va ligada a ese logro. Imagínate haciendo todo eso y valora cuál puede ser la emoción que aparezca una vez lo hagas. Comprueba que se trata de una lista realista, ponte una temporalidad en caso de necesitarlo, pero evita que eso te lleve a sentir una presión mayor de la que necesitas. Recuerda que cuando la lista se convierte en algo no realista puede llevarte a sentir malestar en caso de no lograr que se cumpla. Hazla corta y ve añadiendo cosas con el paso del tiempo si consideras oportuno modificarla.
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