Cómo afectan las diferencias de género en el sueño

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Cómo afectan las diferencias de género en el sueño

La salud del sueño se erige como un indicador crítico en términos emocionales, cardiovasculares, endocrinos, inmunológicos y neurodegenerativos.

Psonríe Autor: Psonríe

Los especialistas en el ámbito del sueño recomiendan que los adultos disfruten de un periodo de descanso nocturno de entre 7 a 9 horas (7 a 8 horas para adultos mayores). No obstante, alrededor del 30% al 35% de los adultos tienden a dormir menos de 7 horas, y las tasas de insuficiencia de sueño están incrementándose. Aunque no se considera en sí misma una condición diagnóstica, la alta prevalencia de falta de sueño destaca como un objetivo esencial para la mejora de la salud poblacional. Esta carencia de sueño se ha asociado con una autopercepción de salud más baja, un incremento en el riesgo de padecer depresión, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y mortalidad prematura.

La salud del sueño se erige como un indicador crítico en términos emocionales, cardiovasculares, endocrinos, inmunológicos y neurodegenerativos. Diversos aspectos de la salud del sueño, como la duración y la satisfacción, están ligados a resultados de salud tanto físicos como mentales y conductuales. La problemática de la mala salud del sueño se ha convertido en un asunto de envergadura para la salud pública. No obstante, existe una nota positiva: los elementos relacionados con la salud del sueño son susceptibles de modificación, lo que resalta la importancia de considerar la mejora de la salud del sueño como un instrumento valioso para elevar el bienestar de la población.

Si bien solemos considerar la salud como un tema íntimo, en numerosas ocasiones, como es el caso de la salud del sueño, esta se encuentra influida por factores tanto interpersonales como sociales. Para ejemplificar, la cantidad de sueño necesaria puede variar en función de la raza, el estado civil, la cantidad de hijos en el hogar, la región de residencia y el nivel educativo. Las mujeres tienden a expresar una necesidad de más tiempo de sueño, sin embargo, las discrepancias en la duración del sueño según el género podrían estar vinculadas a la edad. Un estudio con una extensa cohorte japonesa (n = 68,604) (Li et al., 2021) expuso que, a partir de los 30 años, las mujeres duermen menos que los hombres de edades equivalentes, revelando así una brecha más notoria con la edad. Las disparidades de género en lo referente a la salud del sueño están influenciadas por roles familiares y elementos políticos como igualdad estructural, apoyo parental, y cuidado de la salud. Gran parte de la investigación en torno al sueño ha focalizado en casos individuales; sin embargo, investigaciones recientes que analizan el impacto del género, las relaciones de pareja, la comunidad y los factores políticos resaltan la importancia de contemplar el sueño dentro de un marco socioecológico.

Un estudio realizado por Liang-Nan Zeng y colegas de la Universidad Médica del Suroeste de Luzhou (China) aglutinó información de 13 investigaciones realizadas en diferentes partes del mundo, involucrando a cientos de miles de participantes. Este metaanálisis desveló que las probabilidades de que una mujer padezca insomnio son alrededor de un 60% superiores a las de un hombre. Tanto razones biológicas como sociales podrían influir en este fenómeno. Aproximadamente, tres cuartas partes de las mujeres embarazadas experimentan insomnio en el tercer trimestre del embarazo. No obstante, un análisis global de casi 70,000 adultos que portaban dispositivos de seguimiento del sueño señaló que las mujeres podrían dormir más que los hombres a lo largo de sus vidas. Este estudio también observó que las mujeres tienden a despertarse más durante la noche, particularmente durante la juventud y la mediana edad, con la maternidad atenuando este patrón en las mujeres, pero no la paternidad en los hombres.

Es fundamental notar que este periodo suele coincidir con la crianza de los hijos, lo que acarrea mayores demandas psicológicas y cambios en el comportamiento, principalmente en mujeres, muchos de los cuales impactan en el sueño. Sin embargo, el hecho de ser progenitora no explica por sí solo la diferencia de género en los despertares nocturnos, indicando así la presencia de múltiples factores que influyen en la duración del sueño. Además, las mujeres de mediana edad pueden experimentar síntomas hormonales y fisiológicos relacionados con la menopausia, lo cual contribuye a alteraciones del sueño, como episodios vasomotores nocturnos (por ejemplo, sudoraciones nocturnas). Asimismo, investigaciones en el campo de la psicología sugieren que las mujeres son más propensas a la rumiación negativa, lo cual puede obstaculizar un sueño reparador.

Las divergencias de género en la duración del sueño también varían según la nación de origen. Algunos estudios han revelado que, en la mayoría de los países miembros de la OCDE, exceptuando a Japón, India, México y Estonia, las mujeres duermen más. Esta disparidad en la duración del sueño es atribuida a las diferencias en las expectativas tradicionales de género, como la división de las tareas domésticas y el tiempo dedicado por padres y madres al cuidado de los hijos.

En última instancia, las diferencias individuales de género en la duración del sueño tienen implicaciones posteriores. Compartir la cama con una pareja está relacionado con un mayor tiempo de sueño, aunque características como la ansiedad en la pareja pueden reducir estos beneficios. Descubrimientos recientes sugieren que las mujeres en relaciones del mismo sexo se sienten menos descansadas cuando duermen menos de 7 horas, en comparación con mujeres en relaciones de distinto sexo que duermen la misma cantidad. No se observaron diferencias en la relación entre la duración del sueño y la sensación de descanso entre hombres en relaciones de distinto sexo y aquellos en relaciones del mismo sexo. 

Estos hallazgos no se relacionaron con las diferencias en la duración del sueño. Más bien, la sensación de no estar descansado se atribuyó a factores sociales más amplios; las mujeres en relaciones del mismo sexo se sienten menos descansadas en naciones con menos respaldo a las minorías sexuales. Así pues, atender a la salud del sueño es un proceso más complejo de lo que comúnmente se cree, y en el recorrido hacia una medicina personalizada, es fundamental reconocer el impacto de las características personales, interpersonales y sociales en cada individuo.


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