Las discusiones son normales y forman parte de la vida de pareja, estas se caracterizan por comunicar lo que se siente, se escucha al otro, se expresan las molestias, se intentan buscar soluciones y se entiende al otro.
Primero es importante diferenciar las discusiones de las peleas. Las discusiones son normales y forman parte de la vida de pareja, estas se caracterizan por comunicar lo que se siente, se escucha al otro, se expresan las molestias, se intentan buscar soluciones y se entiende al otro. Mientras que una pelea se enfoca en gritar, insultar, atacar, se ofende, no hay control de la ira y pueden llegar a ser físicas.
Cuando las peleas se vuelven parte del día a día de la relación de pareja, y existen hijos de por medio, esto llega a afectar significativamente de forma negativa en el niño. De acuerdo al estudio e investigación del profesor Gordon Harold, indica lo siguiente: “Los menores expuestos al conflicto pueden experimentar una mayor frecuencia cardíaca y tener desequilibrios en las hormonas relacionadas con el estrés. Todo eso puede ocurrir desde una edad tan temprana como los seis meses.” Así mismo, las peleas pueden causar al niño sensaciones de inseguridad personal y familiar, problemas de autoestima, dificultad para concentrarse, fracaso escolar, dificultad para controlar sus emociones y frustración.
El niño no se sentirá seguro, aparecerá el miedo ante las continuas peleas, y las continuas creencias de que sus padres no se aman y pueden separarse. Puede pasar los años y las mismas sensaciones permanecerán en él o ella. Los rasgos psicológicos que las peleas de sus padres le generaron desde la infancia, pueden permanecer aún en la adolescencia o la adultez. Así mismo, esto será un modelo para sus futuras relaciones y creerá es normal, haciéndole desconfiar más en las relaciones de parejas.
Algunas recomendaciones que se le dan a los padres es que eviten discutir o pelear frente a los niños, tener un espacio en donde puedan hablar de sus molestias a solas y tratar de brindar un ambiente de seguridad, protección y amor a los hijos. Los padres deben recibir ayuda de un profesional de la salud mental y trabajar en sus diferencias.
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