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El fenómeno conocido como el síndrome de Calimero hace referencia a aquellas personas que constantemente expresan su descontento por cómo les va en la vida. Sin embargo, detrás de esta actitud suele ocultarse un dolor más profundo. Todos estamos familiarizados con individuos que no solamente emiten quejas, sino que prácticamente viven en un estado de insatisfacción constante. Es muy probable que al leer estas líneas, nombres específicos vengan a tu mente.
El psicoanalista Saverio Tomasella aborda este tema en su libro titulado "El síndrome de Calimero". Aunque sus explicaciones a menudo presentan un toque humorístico, su enfoque es completamente serio.
Desde la perspectiva del autor, la raíz de estas quejas yace en un contexto más amplio. Por lo general, estas personas atraviesan una situación socioeconómica delicada, lo cual está unido a experiencias de vida sumamente difíciles. Estos factores actúan como desencadenantes de sus quejas. De hecho, Tomasella mantiene que detrás de unas quejas suele esconderse una demanda emocional o un sufrimiento real, que ha sido desatendida de manera reiterada.
No obstante, aunque este motivo subyace, para sus seres queridos, muchas veces estas personas pueden resultar exasperantes. Su constante enfoque negativo proyecta un pesimismo intratable. Sin embargo, también existen casos en los que estas quejas forman parte de una necesidad constante de atención, lo cual puede ser complicado de manejar.
El síndrome de Calimero es un fenómeno moderno. Según Tomasella, "las injusticias son cada vez más evidentes. Existe una analogía con el mundo previo a la Revolución de 1789". En un entorno en el que los privilegios y los abusos son moneda corriente, estas rigideces sociales provocan que muchas personas sientan una sensación de injusticia y la necesidad de expresar sus quejas.
No obstante, detrás de la mayoría de estas quejas subyacen experiencias más dolorosas. En muchas ocasiones, quienes expresan quejas constantes han sufrido injusticias reales y temen ser víctimas nuevamente. Por ejemplo, algunos "calimeros" pueden haber enfrentado humillaciones, rechazos, abandono o profunda vergüenza.
Incluso, traumas arraigados en la historia familiar, como problemas hereditarios, pérdidas económicas, exilios o migraciones, pueden marcar a un niño, quien en adelante podría asumir el papel de portavoz y expresar quejas significativas en lugar de su familia. Por ende, las quejas externadas con frecuencia usualmente encubren temas mucho más profundos de lo que se percibe a simple vista.
En lugar de hablar directamente sobre una preocupación íntima, estas quejas se centran en cuestiones superficiales como un tren demorado o un café demasiado caliente. De esta manera, una expresión de dolor o vergüenza oculta se relaciona con asuntos triviales y cotidianos que pueden ser compartidos públicamente sin consecuencias emocionales ni sociales. A pesar de esto, seguir repitiendo estas quejas puede agotar la paciencia de los demás.
Si las quejas son eventuales, a menudo pueden ser vistas como positivas, ya que alertan sobre una situación problemática en el trabajo, en relaciones interpersonales o en la familia. Sin embargo, hay personas que sienten una tristeza crónica hacia su destino.
Uno entra en la categoría de "calimero" cuando las quejas se convierten en un monólogo constante y en un patrón general para interactuar con los demás. En la mayoría de estos casos, existe una necesidad imperiosa de ser escuchado para que su sufrimiento sea validado. En otros casos, se puede detectar una actitud de desidia, permitiendo que la situación empeore para poder continuar quejándose. Por último, hay una minoría que busca simplemente llamar la atención.
Sin embargo, es crucial recordar que, en la mayoría de los casos de personas que se quejan con frecuencia, algo genuinamente está roto y herido en su interior. Estas personas a menudo carecen de los recursos para seguir adelante o reconstruirse. Por lo tanto, es importante ser pacientes, ya que en realidad no buscan herirnos, aunque puedan resultar agotadores. Esta actitud suele originarse en una herida de la infancia que quizás no fue reconocida por la familia. Básicamente, estas personas no están diciendo "protégeme", sino "escúchame". Atrapadas en sus quejas, necesitan que se les escuche, para exponer cuánto están sufriendo.
Aunque el síndrome de Calimero puede parecer una situación sin solución, hay formas de abordar las quejas que se enmascaran como peticiones de auxilio. Es fundamental mostrar empatía, ya que muchos han experimentado injusticias reales y objetivas. Si la otra persona siente que su sufrimiento es reconocido y respetado, podrá avanzar.
Para aquellos que no deseen explorar su pasado y adentrarse en su historia familiar, pueden comenzar con prácticas de meditación o ejercicio regular, lo que ayudará a reducir la tensión. De a poco, podrán prepararse para un proceso terapéutico.
Cambiar la naturaleza de las quejas y transformarlas en una expresión emocional es una posibilidad, al igual que modificar las circunstancias que las refuerzan y las mantienen. Por lo tanto, es fundamental escuchar la historia detrás de las quejas, profundizar y comprender más allá de lo aparente.
Queremos ayudarte a recuperar tu sonrisa. Si nos aportas más información sobre tu situación podremos entender mejor qué la provoca:
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