¿Y a mí?, ¿quién me pregunta a mí?

¿Cuántas veces has sentido que estabas ofreciendo a los demás lo que nadie te ofrecía a ti? ¿Cuántas veces has sentido que tus necesidades no importaban a nadie que te rodea?  ¿Cuántas veces has estado expuesto/a a situaciones de estrés continuo sin que a nadie le importara?  

En ocasiones, ocupamos todo nuestro tiempo e invertimos toda nuestra energía por y para los demás. Nos acostumbramos a responder delante de las necesidades de todos los que nos rodean y a hacernos cargo de los miles de quehaceres que se presentan en el día a día. Y eso, desgraciadamente, nos lleva a olvidar completamente nuestras propias necesidades (que son igual o más importantes que las del resto). 

Cuando actuamos de esta manera es, posiblemente, para asegurar un bienestar a aquellos que necesitan aliviar sus tensiones y tiempo para ellos mismos y poder recargar sus pilas. Pero, ¿qué ocurre con nosotros? ¿Qué ocurre cuándo nadie hace eso por nosotros? ¿Qué ocurre cuando no sentimos que existe un feedback mínimo delante de todo el esfuerzo que a nosotros/as nos implica eso que estamos haciendo? Como es lógico, cuando esto pasa podemos conectar con emociones desagradables como la frustración, la rabia o el enfado.

Te recomiendo que levantes la mano, que expreses lo que necesitas, que pongas palabras a eso que te está pasando. A veces, los que nos rodean no son conscientes de la infinidad de cosas a las que estamos renunciando para atender cosas que no nos pertenecen o echar una mano. Habla y comparte qué necesitas tú también. Ofrecerte a ayudar dice mucho de ti, pero no olvides que mereces la misma ayuda que ofreces si también la necesitas.