Este denominado "trabajo híbrido" parece ser un paliativo momentáneo, una solución de compromiso que a veces acarrea más pérdidas que ganancias.
Tras la impactante irrupción de la COVID-19, vivimos una suerte de borrachera del teletrabajo que culminó en una especie de resaca laboral que denominamos "trabajo híbrido". Como suele ocurrir después de cualquier exceso, esta resaca tampoco ha sido bien recibida y con el tiempo se disipará.
Este denominado "trabajo híbrido" parece ser un paliativo momentáneo, una solución de compromiso que a veces acarrea más pérdidas que ganancias. Este término también refleja una incoherencia evidente: si el teletrabajo no funciona, entonces el retorno a la presencialidad se vuelve una necesidad, pero si el teletrabajo es eficiente, esta transición parece caprichosa e innecesaria.
En realidad, el concepto de “trabajo híbrido” es una manera poco innovadora y nada sofisticada de evadir decisiones difíciles. La mayoría de las organizaciones no están preparadas ni cerca de estarlo para abordar estas cuestiones. El teletrabajo ha demostrado que los mitos y excusas que respaldaban la necesidad de presencialidad son precisamente eso: falacias. También ha dejado en evidencia a aquellos que confunden hiperactividad con productividad y confunden la gestión con el pastoreo.
Las críticas al teletrabajo y las supuestas ventajas de la presencialidad, ya sea en su forma total o "híbrida", resultan ser inexactas. Si el teletrabajo no ha funcionado de manera óptima, es en gran parte debido a la falta de recursos, infraestructuras y capacitación. De hecho, el hecho de que haya operado a pesar de estas deficiencias señala su efectividad.
Rompiendo con las normas establecidas
El mito del trabajo colaborativo es, exactamente eso, un mito. La colaboración real en las organizaciones es una noción ilusoria. El llamado "trabajo en equipo" en realidad es trabajo distribuido, inherente en su naturaleza a ser asíncrono. La presencialidad no es necesaria ni aporta un valor diferencial si se tiene un modelo virtual sólido, equipado con las herramientas adecuadas. El trabajo asíncrono es una alternativa tan válida como la presencialidad, especialmente con los avances tecnológicos que continúan emergiendo.
Incluso si buscamos maximizar la inteligencia colectiva, la virtualidad no solo es equivalente a la presencialidad, sino que puede superarla a medida que las tecnologías evolucionan. Además, si el objetivo es estar en constante contacto y perturbación, esto se puede lograr incluso en un entorno de trabajo remoto, pero no deberíamos confundirlo con trabajo colaborativo.
El verdadero significado del trabajo en equipo
La verdad es que el trabajo en equipo implica trabajar en soledad, contribuyendo individualmente al esfuerzo conjunto. Este enfoque reconoce la diversidad de estilos de trabajo, ritmos biológicos y preferencias individuales. El trabajo en soledad, que es inherentemente asíncrono, no solo respeta esta diversidad, sino que también empodera a los individuos para dar lo mejor de sí mismos, trabajando donde y cuando tiene más sentido para ellos.
En última instancia, lo que importa en el trabajo del conocimiento son los resultados, no el lugar, el momento ni el tiempo trabajado. La persistente obsesión por mantener elementos obsoletos de la Era Industrial, como la ubicación de trabajo o las jornadas laborales, proviene de la falta de coraje e imaginación para enfrentar cambios necesarios.
El futuro: un horizonte asíncrono
Aunque la nostalgia puede ser fuerte y las estructuras directivas a menudo se aferran a lo conocido, la presencialidad en el trabajo del conocimiento está destinada a desvanecerse. Esto no solo se debe a su ineficiencia, sino también a su alto costo y a su insostenibilidad tanto para las personas como para el planeta.
Aunque aceptar el cambio puede resultar difícil debido al miedo a lo desconocido, cada vez más voces reconocen que el futuro del trabajo es asíncrono y virtual. Este modelo puede ser desafiante, pero es necesario para abandonar prácticas obsoletas. Para el bienestar de las personas, de las organizaciones y del planeta, es crucial que las empresas abracen esta realidad y tomen medidas acordes. Las inercias organizativas que perpetúan pactos de incompetencia deben ser superadas para avanzar hacia un futuro en el que el trabajo se mida por los resultados y no por la ubicación.
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