Cuando hemos tenido fracasos con nuestra pareja, podemos decirnos a nosotros mismos que nunca más volveremos a enamorarnos, porque nos convencimos de que la pareja estable es un mito, no existe.
Cuando hemos tenido fracasos con nuestra pareja, podemos decirnos a nosotros mismos que nunca más volveremos a enamorarnos, porque nos convencimos de que la pareja estable es un mito, no existe. ¡Todos los hombres son iguales!, nos decimos; ¡no entiendo a las mujeres!, afirmamos, porque no entendemos cómo es posible que nos hayan dejado y juramos nunca más unirnos en pareja.
En este sentido, hay un tema del que se habla poco, que se trata de la plataforma que se necesita construir para soportar una relación de pareja. Nos enamoramos y de inmediato creemos que la fortaleza de la relación viene en forma automática. Creemos que solo el amor y la ilusión bastan, para que nuestra pareja sea “para toda la vida”.
Pero no, ¡las cosas no son tan fáciles, ni tampoco son imposibles!
Cuando comenzamos una relación de pareja, primero debemos construir una plataforma que la sustente, para que así cuando aparezcan los problemas (créeme, por más enamorados que estemos no nos podemos salvar de afrontar problemas), tengamos las herramientas para superarlos. Y es que esa plataforma no se construye solamente entre los dos enamorados, sino que al igual que las bases de un edificio donde se entrelazan vigas y columnas con la losas y techos, paredes y escaleras; necesitamos integrar al resto de la familia, sus respectivos trabajos, a los suegros y a los hijos tanto mutuos como de relaciones anteriores, para crear un proyecto de vida que planifiquemos juntos.
Este paso generalmente lo olvidamos y nos lanzamos a la aventura, sin siquiera pensar en el equipaje y nuestro plan o ruta de vida.
Ahora bien, para que puedas hacerte una idea de lo que estamos hablando, te pido que imagines una hoja de cartulina plana (la pareja-el amor), colocada en forma horizontal sobre dos soportes verticales, como si fuera una mesa de dos patas (los miembros de la pareja). Con un poco de esfuerzo, podremos lograr equilibrar la hoja sobre los dos soportes. Encima de esa superficie, vamos a colocar una pelota pequeña. ¿Puedes imaginarte qué va a suceder si esa hoja se mueve por un leve empujón, se inclina porque una de las bases cambia o si viene una ráfaga de viento que sople sobre ella? Cuando uno de los dos tiene un revés en la vida, un fracaso, una pérdida o simplemente afronta una situación estresante, las bases podrían inclinarse; incluso un ascenso, cambio de trabajo, embarazo, mudanza, pueden cambiar las condiciones de las personas. En esas circunstancias, la pelota va a rodar y al no encontrar una baranda en los extremos o algún mecanismo de contención, probablemente caerá al suelo. La hoja volará por el aire y todo se habrá derrumbado.
En otras palabras, en las relaciones de pareja, el amor es como esta pelota, la cual, ante cualquier dificultad o estímulo del ambiente, puede moverse y romper la estabilidad de la pareja, porque no hemos construido soportes firmes, no hemos instalado barandas ni mecanismos para evitar que se derrumbe ante cualquier adversidad, ¡no habíamos pensado que las condiciones podrían variar!
Y vamos, ¡tampoco es necesario construir una fortaleza!, porque que la mayoría de las parejas no son totalmente estables, pero cuando han tomado en cuenta sus bases, han creado lazos fuertes y han reforzados su estructura instalando un andamiaje que la proteja en caso de “terremotos y huracanes”, pueden llegar a superar las crisis, salir airosos e incluso, fortalecidos.
Ahora bien, el amor tal como lo sentimos al principio, no necesariamente dura para siempre, pero sí puede extenderse en el tiempo y puede evolucionar hacia un sentimiento más profundo, que transforme ese enamoramiento, emoción y pasión inicial (que hace que nos tiemblen las piernas y suden las manos), en un proyecto mutuo que dé sentido a nuestras vidas. Eso es lo que buscamos construir en la terapia de parejas, es el tipo de estabilidad a la que aspiramos llegar. El amor, tal como lo vemos reflejado en las telenovelas y películas románticas es solo un aspecto de la vida en pareja, pero tanta o más importancia tienen la intimidad, la confianza, la comunicación, los intereses en común y la participación en proyectos de la Sociedad, los planes en familia y todo eso puede y debe fortalecerse.
La pareja estable debe considerarse como una Sociedad, en la cual hay que contemplar múltiples variables.
Cuando vemos parejas en la consulta, hemos detectado que en el 90% de los casos, los miembros de la pareja tienen misiones de vida diferentes. Tienen múltiples situaciones sin resolver, no se comprenden, no se entienden entre ellos, aunque hablan el mismo idioma. Dan por sentado que el otro sabe lo que le pasa, lo que piensa y lo que siente.
Mi misión es escuchar, comprender y traducir, desde una perspectiva profesional, lo que el otro cónyuge quiere decir, sus sentimientos, aspiraciones y necesidades. No buscamos culpables, no tratamos de convencer a ninguno de que el otro tiene razón, pero sí aplicamos técnicas para enseñarlos a que se comuniquen y comprendan, aunque no compartan la visión del otro.
Cuando una pareja aborda los problemas abiertamente con la ayuda del terapeuta, rompe ese caparazón que los oprime y los hace sufrir, porque finalmente se sienten escuchados, comprendidos y entonces bajan la guardia y entran en disposición de escuchar y de tomar acción para volver a lograr el equilibro.
La pareja estable no es un mito, pero tampoco es lo más común. El equilibrio suele ser temporal y hay que construirlo día a día, y cuando se afronta una crisis hay que buscar apoyo cuanto antes, cuando este equilibrio se ha perdido. Yo estoy aquí para ayudarte.
Dra. Elizabeth Valarino Hernández.
Queremos ayudarte a superar tus problema de pareja. Si nos aportas más información sobre tu situación podremos
entender mejor lo que pasa en tu relación: