La frustración es el sentimiento que se produce cuando una persona no logra alcanzar el deseo planeado para satisfacer una necesidad. En este escenario, el individuo reacciona emocionalmente manifestando rabia, ira, malestar, ansiedad y desesperación.
El origen de este sentimiento no radica en la dificultad de conseguir lo deseado sino como cada individuo puede manejar y reconocer el resultado desfavorable obtenido.
La frustración es un estado reversible y transitorio y, por tal razón, asumirla adecuadamente depende de una buena actitud por parte del individuo. Debe estudiar y entrenarse constantemente para gestionar los resultados negativos o inesperados tanto en su vida personal como en su entorno.
De cierta manera, la frustración puede clasificarse como una reacción inconsciente que desencadena una emoción desagradable cuando se presentan obstáculos en la ocurrencia de un hecho o resultado esperado.
En el año 1938, gracias al planteamiento de los autores Dollard, Mower, Miler y Sears se inicia una nueva área de estudio conocida como la intensidad a la reacción de la frustración. La misma puede producir graves afectaciones a nivel cognoscitivo (apreciación, atención o memoria)
La persona que comúnmente manifiesta frustración le es imputada una baja tolerancia a la frustración, una característica funcional que se basa en la incapacidad para esperar y la inmediatez para obtener una respuesta.
La baja tolerancia a la frustración también caracteriza al individuo por tener un pensamiento poco flexible, con poca capacidad de adaptación al cambio no planificado. Adicionalmente, dispone de un conocimiento distorsionado de la realidad, cualquier variación les resulta insoportable ocasionandoles molestia o enojo que lo llevan a planificar expectativas irracionales y rígidas.
Las personas con baja tolerancia a la frustración, presentan las siguientes características:
La aparición de un evento de baja tolerancia a la frustración, puede estar relacionada a los siguientes factores:
La tolerancia a la frustración debe enseñarse y fortalecerse en el desarrollo infantil, debido a que los niños pequeños no comprenden todavía la inmediatez con la cual se pueden producir las cosas. El procedimiento de tolerancia inicia cuando no se puede dar todo lo que desea y reacciona drásticamente a esa ausencia.
Con la interpretación del niño sobre lo acontecido como un hecho intolerable, comienza a través de verbalizaciones su deseo, el autodesprecio, el rechazo y la culpabilidad a otros. En esta etapa surgen respuestas conductuales como gritos, llantos, lamentos u otros comportamientos parecidos que permiten comprender la relación y la retroalimentación entre la experiencia negativa y la frustración.
A medida que se llega a la adultez, el aprendizaje debe perpetuarse para permitirle adaptarse a interpretar las emocionales y esquemas cognitivos para comprender y ser tolerante.
Entre las acciones que pueden apalancar una adecuada tolerancia a la frustración tenemos la relajación, las pruebas controladas conductuales que supongan situaciones negativas, el aprendizaje para identificar emociones, el reforzamiento de logros y la adquisición de comportamientos para reaccionar ante situaciones de frustración.
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