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Tener un empleo proporciona a las personas estabilidad económica, seguridad financiera, poder adquisitivo y ocupación productiva del tiempo, que además de otorgar un equilibrio y bienestar psicológico y social es un factor de protección que hace sentir a las personas útiles y valoradas.
Cuando una persona no tiene un empleo, bien sea porque nunca ha tenido uno o porque fue despedido, desaparece esta seguridad económica entonces aparecen una serie de preocupaciones que crean mucha incertidumbre. Además, si esta situación se prolonga por largos periodos de tiempo comienzan a experimentar cambios emocionales, sociales y psicológicos muy importantes, como depresión, trastornos de ansiedad, psicomatización y disminución de la autoestima.
Evidentemente, en este proceso cada persona tiene su manera de reaccionar y además, intervienen factores como los recursos con los que cuenta, las circunstancias que vive, el apoyo familiar y social de su entorno.
Aunque en principio algunas personas vean la situación desde un punto de vista relajado, otras entran en un estado de desesperación y preocupación que generan serias consecuencias en la salud y la vida de las personas.
Cuando la persona pierde su empleo progresivamente comienza la caída del nivel de autoestima, aumenta el estrés y la ansiedad. Los pensamientos negativos están a la orden del día, la desesperanza, irritabilidad e indiferencia aparecen en el escenario. En todo este proceso están involucradas las siguientes fases:
Entusiasmo: Esta fase ocurre durante los primeros seis meses luego que la persona pierde su empleo. En este tiempo la persona busca ver el lado positivo de lo que ocurrió. Tienen un aire de optimismo y se enfocan en la búsqueda de un nuevo empleo. Pueden ocurrir episodios de estrés durante este tiempo pero no son significativos pues sus expectativas son muy altas.
Durante esta etapa la persona no asume realmente su condición, lo considera algo transitorio o temporal que terminará resuelto en un corto plazo, Sin embargo en algunas ocasiones se pueden presentar episodios leves de angustia, cambios de humor, preocupación, insomnio e irritación.
Estancamiento: Ocurre entre los 6 y 18 meses desde que la persona pierde su empleo. Durante esta etapa la persona se replantea toda su situación y expectativas pues no ha conseguido empleo aun. Entonces aparece la desmotivación y la búsqueda de trabajo se reduce, la búsqueda desesperada y las exigencias profesionales decaen.
En este periodo se agravan los síntomas, las personas se sienten avergonzadas y culpables por no encontrar un empleo, desatándose sentimientos de irritabilidad, agresividad y nerviosismo.
Desgano: Ocurre entre el mes 18 y 24 y es donde la persona asume su condición de desempleado. El sentimiento de inferioridad y desgano, desesperanza, fracaso, tristeza y apatía se fortalecen aún más creando las bases sólidas de la depresión.
Resignación: Luego de dos años desempleados la persona pierde toda esperanza de conseguir un empleo y entra en juego la resignación, no sigue buscando nada pues piensa que está perdiendo el tiempo. La ansiedad se apodera de su propósito y siente miedo de que lo vuelvan a rechazar, generando un vacío interior y una frustración crónica. Comienzan a dudar de sus capacidades y piensan que están perdiendo su talento.
A medida que pasa el tiempo una persona desempleada aumenta la intensidad de los síntomas que afectan considerablemente su salud mental. Lo más recomendable es asistir al especialista o psicólogo y con profesionales expertos que puedan ayudarlo con herramientas para conseguir un empleo.
Queremos ayudarte a superar los problemas generados por el coronavirus. Si nos aportas más información sobre tu situación podremos entender mejor qué la provoca:
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