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Sabemos, de antemano, que hoy en día la mayoría de los varones ya no practican un machismo propio o genuino, ya que, gracias a los avances en cuestión de derechos de las mujeres (que todavía no se alcanzaron en su totalidad) la sociedad misma se encargaría de marcar un límite a estos o deslegitimarlos.
De hecho, ya no son “el sexo dominante” como se le solía llamar, debido a que muchas mujeres lograron romper con viejos estereotipos tradicionales, se formaron, trabajan, se independizaron y ponen sanos límites a las personas que intenten cuestionar su estilo de vida. Si hablamos en materia de Salud Mental, la psicoanalista Ana Maria Fernandez en el año 1997, ya hacía alusión a la aspiración a la salud como un esfuerzo del logro de la autonomía subjetiva en las mujeres, y la deconstrucción del ejercicio de poder en los varones.
Sin embargo, todavía existe un gran número de comportamientos y conductas de “bajo impacto” que son llevados a cabo, consciente o inconscientemente, y son invisibilizados, legitimados y naturalizados. Estos comportamientos cotidianos se definen como “sexistas” o “micromachismos” y todavía se establecen una forma de dominación silenciosa e imperceptible hacia la mujer. Dada su baja intensidad, se ejercen con total impunidad.
El psicoterapeuta madrileño Luis Bonino es quien introduce el concepto de «micromachismos» y los define básicamente como maniobras más o menos puntuales en lo cotidiano, enfatizando como máximo su carácter de imperceptible, en este caso dado por su “pequeñez” o su normalización. Probablemente, sean armas, trucos o trampas más frecuentes que los varones utilizan para ejercer algún tipo de violencia hacia la mujer, y la principal característica es que son utilizados incluso por aquellas personas que dicen abolir los comportamientos machistas y las violencias en las mujeres.
Algunos no son intencionales, pero constituyen dispositivos mentales, corporales, actitudinales incorporados como “hábitos” propios de ser “hombres”. Otros posiblemente sean conscientes, y todos ellos constituyen un conjunto de habilidades sociales adquiridas a lo largo de la vida en interacción con las diferentes instituciones, las cuales dan como resultado diferencias de estatus y posición social que se mantienen culturalmente entre mujeres y varones, dando lugar a más libertades para los hombres: a tener razón, a salir a la calle sin miedo, a adquirir un salario digno, a ser “cuidados” y desentenderse de las tareas domésticas, entre otros.
Estos micromachismos constituyen aún un obstáculo para garantizar la equidad de género de las mujeres, por un lado, y muestra también una resistencia (consciente o inconsciente) por parte de la sociedad a esta nueva era de cambios y desarrollo de la humanidad. El problema se presenta cuando estos se desconocen, ya que se llevan a cabo de una manera “natural” y esto, con su perpetuación en el tiempo, puede llevar a consecuencias en la salud mental de quienes los padecen, como disminución de la calidad de vida, malestar emocional causado por un exceso de autoexigencia en diferentes tareas cotidianas en la pareja, disminución de la autoestima, entre otros, dando como primer indicio físico un estrés que “se desconoce” su origen y hasta en casos extremos a una depresión.
Dado su carácter de “micro” o invisible, el primer paso es poder detectarlos, ya que son casi imperceptibles. Veamos algunos ejemplos cotidianos para poder entender de qué se trata. En el reconocimiento, está la consciencia, y en la consciencia está la posibilidad de cambio.
Como verán, son varios los ejemplos y quizás alguna vez los hemos cometido. Es importante tenerlos en cuenta para poder desnaturalizarlos y lograr un mundo cada vez más igualitario.
Referencias bibliograficas:
Bonino Méndez, L. (1996). Micromachismos. La violencia invisible en la pareja.
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